noviembre 3, 2025

De la experiencia en campo nace un propósito. La Fundación Manos que Protegen nació de una necesidad sentida: la falta de formación técnica de calidad para los respondedores. Su origen se inspira en experiencias reales vividas durante proyectos y capacitaciones en municipios como Puerto Gaitán, Tibú, Puerto Berrío, Puerto Boyacá, San Vicente de Chucurí y El Carmen de Chucurí, entre otros. En cada uno de estos territorios, bomberos y socorristas expresaban su deseo de aprender y mejorar, pero se enfrentaban a barreras económicas y logísticas. Muchos no contaban con los recursos para desplazarse a veces a Municipios aledaños mucho menos a las grandes ciudades donde se dictan los cursos, ni con el equipo necesario para practicar bajo las condiciones de estándares de seguridad. Las capacitaciones técnicas —como control de incendios, rescate vehicular, rescate industrial, entre otros— requieren escenarios especializados, simuladores y equipamiento costoso, que en Colombia son escasos o inexistentes en varias regiones. La ausencia de escuelas de formación certificadas obliga a los respondedores a viajar largas distancias, elevando los costos y dificultando la actualización continua. Durante años, este desafío fue evidente: coordinar emergencias y ver el desconocimiento técnico de algunos respondedores generaba preocupación. Porque cuando falta preparación, no solo se pone en riesgo la vida del rescatado, sino también la del propio rescatista. Así, entre experiencias de campo, limitaciones presupuestales y la convicción de que formar también es salvar, nació la idea de crear una fundación que uniera voluntades, conectara recursos y generara escenarios de formación accesibles, sostenibles y de alta calidad.
El 25 de julio de 2024, el bombero voluntario Carlos Andrés Pinzón Bolívar, del municipio de Sabana de Torres (Santander), perdió la vida mientras atendía una emergencia causada por una tormenta eléctrica. Durante las labores, una descarga eléctrica proveniente de una línea energizada lo impactó, causándole la muerte instantánea. El hecho fue reportado por el diario El Tiempo, que resaltó la dedicación de los bomberos voluntarios y la urgencia de fortalecer sus condiciones de seguridad y formación. Este caso representa a cientos de hombres y mujeres que, con compromiso y valentía, atienden emergencias en todo el país sin contar con equipos de protección certificados, herramientas adecuadas ni entrenamiento técnico actualizado. Cada tragedia como esta recuerda que formar y dotar adecuadamente a los respondedores no es un gasto: es una inversión que salva vidas. Nos recuerda, además, que detrás de cada uniforme hay una historia de vocación y servicio que merece todo el respaldo posible de las instituciones, empresas y comunidades.
Colombia cuenta con más de 1.100 municipios y aproximadamente 860 cuerpos de bomberos, de los cuales cerca de 26 son oficiales, unos 40 aeronáuticos, y el resto voluntarios. A pesar de su compromiso, muchos enfrentan limitaciones en infraestructura, dotación y formación, lo que restringe su capacidad de respuesta ante emergencias estructurales, incendios forestales, rescates o incidentes con materiales peligrosos. La Dirección Nacional de Bomberos de Colombia (DNBC) ha señalado que gran parte de estos cuerpos deben funcionar con recursos limitados, sin escenarios de entrenamiento adecuados ni equipos certificados bajo estándares internacionales. A esta red se suman alrededor de 30.000 integrantes activos de la Defensa Civil Colombiana, presentes en casi todo el territorio nacional, dedicados a la atención humanitaria, el rescate y la reducción del riesgo comunitario; y la Cruz Roja Colombiana, que cumple un papel esencial en la asistencia médica y respuesta ante desastres. De acuerdo con la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), durante 2024 se reportaron más de 9.000 emergencias naturales y antrópicas, incluyendo 6.293 incendios forestales y 644 inundaciones, afectando a más de 700.000 personas. Según las noticias recientes, las emergencias naturales son cada vez más intensas, frecuentes y, en algunos casos, catastróficas. Por eso, avanzar de manera sólida, coherente y rápida es imperante, con alianzas y estrategias que nos permitan llegar a más bomberos, respondedores y comunidades, fortaleciendo así una red preparada para proteger la vida y el entorno.
CLa gestión del riesgo no puede limitarse a reaccionar; requiere educación, conciencia y preparación constante. Reducir la vulnerabilidad es posible si se fortalecen las capacidades técnicas, humanas y emocionales de quienes están en la primera línea de respuesta. Desde la Fundación Manos que Protegen creemos que ha llegado el momento de trabajar en todos los frentes, de unir esfuerzos, construir alianzas y llevar capacitación de calidad a cada rincón donde haya una persona dispuesta a servir. Cuando unimos nuestras manos, creamos una cadena que salva vidas; una cadena donde la capacitación previene, la cooperación multiplica y la conciencia protege.